Trato aquí de las dos fiestas principales del pueblo de Malpica; sobre el resto de costumbres, tradiciones y fiestas populares de Malpica verso en esta otra página.
Fiestas en honor de San Sebastián
1) Las fiestas de San Sebastián se celebran del 20 al 22 de Enero (el 19 día de vísperas) en Malpica de Tajo. Sus principales atractivos son los populares "morraches", la exhibición de fuegos artificiales de la víspera día 19 ("la pólvora" para los malpiqueños), los bailes en la plaza de La Constitución al calor de la gigantesca hoguera, cuya leña puede alimentar cualquiera, y los toros de pólvora que casi, y digo casi pues una de las tradiciones más antiguas es aguantar, al calor de la lumbre, las erráticas idas y venidas del toro y las impredecibles trayectorias del ingente manantial de carretillas que va soltando a su paso, desalojan la plaza con sus carretillas, "fulminantes", de fuego.
2) Vida y milagros de San Sebastián(0):
Nació en Narbona (Francia) en el año 256, pero se educó en Milán. Fue soldado del ejército romano y el emperador Diocleciano, quien -desconociendo que era cristiano- llegó a nombrarlo jefe de la primera corte de la guardia pretoriana imperial. Cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios idolátricos. Como buen cristiano, ejercitaba el apostolado entre sus compañeros, visitaba y alentaba a los cristianos encarcelados por causa de Cristo. Generoso y bizarro en su conducta, afable y cortés en las palabras y en el trato, tan abnegado respecto de sí mismo como solícito cuando se trataba de sus semejantes, reuniendo en su persona la nobleza hermanada con la sencillez, y la prudencia con la grandeza de alma, se había atraído la simpatía de cuantos le trataban, de cualquiera condición que fuesen. Nadie podía dudar de su lealtad al emperador, pero todo el mundo sabía que era cristiano. Sebastián no lo disimulaba. Entraba en los subterráneos de las Catacumbas, favorecía a sus correligionarios en la corte, huía, cuando le era posible, del coliseo y del anfiteatro, y en sus gestos, en sus palabras, en su vida, tenía una dignidad y una nobleza que no parecían propias de un soldado a quien sonreían una juventud lozana y un porvenir brillante. En el entusiasmo de su ideal religioso, aprovechaba todas las ocasiones que se le ofrecían para propagar la fe entre sus compañeros de armas. Era un apóstol, un propagandista, cuya palabra ardiente sostenía a los que vacilaban, llevaba la luz a los que caminaban en la duda, llenaba de valor a los que se preparaban para luchar. No había dejado de ver la tormenta que se avecinaba; pero, lejos de infundirle temor, aquello le enardecía más aún, y poco a poco sentía que la gracia del martirio iba madurando en su pecho. Esta situación no podía durar mucho, y fue denunciado al emperador Maximiano, quien le obligó a escoger entre ser su soldado o seguir a Jesucristo. Sebastián fue apresado en el momento en que enterraba a otros mártires, conocidos como los “Cuatro Coronados”. Fue llevado ante Diocleciano que le dijo: “Yo te he tenido siempre entre los mejores de mi palacio y tú has obrado en la sombra contra mí, injuriando a los dioses”. El santo escogió la milicia de Cristo; desairado el emperador, le amenazó de muerte, pero Sebastián, convertido en soldado de Cristo por la confirmación, se mantuvo firme en su fe. Enfurecido Maximiano, le condenó a morir asaeteado, la pena ordenada por el Emperador era que Sebastián fuera atado y cubierto de flechas en zonas no vitales del cuerpo humano, de forma que no muriera directamente por los flechazos, sino que falleciera al cabo de un tiempo, desangrado, entre grandes y largos dolores, los soldados del emperador lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un poste y lanzaron sobre él una lluvia de saetas, dándolo por muerto. Sin embargo, sus amigos, que estaban al acecho, se acercaron, y al verlo todavía con vida, lo llevaron a casa de una noble cristiana romana llamada Irene, que lo mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó restablecido. Sus amigos le aconsejaron que se ausentara de Roma, pero el santo se negó rotundamente. Se presentó con valentía ante el emperador, desconcertado porque lo daba por muerto, y el santo le reprochó con energía su conducta por perseguir a los cristianos. Maximiano mandó que lo azotaran hasta morir, y los soldados cumplieron esta vez sin errores la misión y tiraron su cuerpo en un lodazal. Los cristianos lo recogieron y lo enterraron en la Vía Apia, en la célebre catacumba que lleva el nombre de San Sebastián. Murió en el año 288.
3) Elementos
Los Morraches
Wikipedia: La botarga, morrache, guirrio, sidro o zamarrón es un personaje de origen pagano, procedente de la mitología celta prerromana, que fue incorporado a las festividades católicas como representación del jolgorio y de la lujuria. Son tradicionales en distintos lugares del centro y del norte de España, principalmente de Castilla, Galicia, Asturias, País Vasco y Navarra, aunque como festividad cristiana fue trasladada a otras regiones de España y de Hispanoamérica. Sus atributos varían según las zonas, pero suelen consistir en una máscara, traje de colores vivos, rabo y genitales bovinos. En ocasiones llevan cuernos, y en la mano portan siempre un instrumento de azote, sea látigo, cachiporra o, en ocasiones, castañuelas. Suele acompañarse de un bastón en la otra, con el que marcan el ritmo cuando se presentan conjuntamente con danzantes.
Según determinada reinterpretación fruto del sincretismo cristiano y pagano representaría a los soldados del emperador, compañeros de Sebastián quienes, impelidos por Maximiano a ejecutarle, se taparon la cara con máscaras para no ser reconocidos, cuando le asaetaron. El mono-traje, rematado con capucha y coleta, se viste de los colores rojo, verde y amarillo combinados, alternativa y aleatoriamente, por parejas y adornado con corazones del color restante, se complementa con zumbas, cencerros, gandarros o esquilillas, que, fijadas en la parte trasera de la cintura mediante cintos, cinchas o cuerdas, hay que hacer sonar de una determinada manera y con una cadencia definida moviendo el culo verticalmente y una porra o cachiporra, con la que se amenaza, simbólicamente, a la imagen del santo. El rostro se oculta con caretas, generalmente de motivos o personajes terroríficos, inicialmente de lobos que era lo más terrorífico que se conocía en la época primigenia. Como en otros muchos lugares de la geografía española (y de sudamérica, en donde, posiblemente, los españoles importamos la tradicción), son los morraches los que aportan el colorido, la originalidad y el tipismo a la fiesta que antiguamente también se incorporaba como elemento festivo y conmemorativo en festividades de otros pueblos de Castilla la Mancha, (San Martín de Pusa, el Carpio de Tajo, Los Cerralbos, Otero(1), Parrilas, Navahermosa(2), los perros de Santa Ana ,etc). Los morraches, antiguamente deambulaban por el pueblo haciendo sonar los cencerros (que en la época pagana tendría como finalidad la de ahuyentar los malos espíritus y la oscuridad asociada al invierno y celebrar la llegada de la luz de la próxima primavera) y recorrían las casas del pueblo, sobre todo los bares y tiendas, para pedir y recoger artículos (lo tradicional era la rosca de pan, un conjunto de embutidos procedente de la matanza y algunas frutas, simbolos de la fecundidad de la tierrra, gallos y gallinas y conejos, zorzales y perdices, piezas de caza abundantes en otra época y algunos de los productos azucarados elaborados en los vecinos pueblos de San Martín y Carpio de Tajo) que, posteriormente, donaban para ser subastados en las "pujas" del santo, cuyo dinero iba destinado a sufragar los gastos de la fiesta y, muy ufanos, se paseaban colgados del brazo de las mujeres, mozas en mayor proporción como es lógico, hasta el pórtico de entrada a la iglesia, realizando la doble función de guía y protector frente al acoso del resto de sus compañeros. La hermandad de San Sebastián proporciona los trajes y demás aditamentos para que se vistan los quintos (y otras personas que no son quintos si sobran trajes) pero la mayoría de los morraches son vecinos del pueblo, de cualquier edad y sexo (cuando yo era joven todos los morraches eran hombres, pero actualmente se visten de cada vez más, eso sí todavía minoritariamente, mujeres) que disponga de la indumentaria y los complementos.
— Lo más probable es que los morraches procedan de una festividad pagana primitiva (de origen celta ) que emparenta con las populares botargas alcarreñas de Guadalajara (las de Mazuecos - botarga de la Virgen de la Paz -, Montarrón - botarga de San Sebastián-, Robledillo de Mohernando, Alarilla, Fuencemillán - botarga de San Pablo-, Humanes de Mohernando, Málaga del Fresno, Valdenuño, Arbacón y Retiendas entre otros) y otros lugares castellano manchegos en el mes de enero. Para corroborar el parentesco sólo hay que constatar la similitud de la indumentaria o traje y o acudir al Diccionario de la Real Academia en su acepción sobre la botarga, que sería "vestido ridículo de varios colores que se usa en algunas representaciones teatrales y carnavales " y el nombre de la persona (de aspecto abotargado por la ropa de debajo) que porta el traje.
El investigador de costumbres, José Ramón López de los Mozos, piensa que parece evidente que las raíces de la fiesta de la botarga se hunden en una “teoría vegetal”. Así, la leyenda de la botarga se originó con la creencia de que existían ciertos genios del bosque que, con su magia, influían en el crecimiento de las cosechas. Con sus danzas, animaban el crecimiento de los cereales, permitiendo a los habitantes de los pueblos contar con más alimentos y ser más felices. Ya antes de que las legiones romanas hicieran suyo el Occidente europeo, las tribus celtas realizaban rituales en los meses más crudos del invierno invocando al dios Imbolc para ahuyentar los “malos” espíritus del frío y permitir la llegada de la primavera, etapa de florecimiento y fecundidad de la naturaleza. “Serían una especie de genios del bosque, unos diosecillos de segunda categoría por así decirlo, que con sus saltos y los toques, por magia simpática, harían crecer las cosechas y por tanto el pueblo tendría cosechas más ricas y podría comer, siendo más felices”, apunta López de los Mozos.
— La sinergia de esta festividad pagana con la instauración de la fiesta cristiana en honor a San Sebastián intenta, de algún modo, cristianizar al personaje y nace la interpretación según la cual los morraches representarían a los compañeros de Sebastián quienes, impelidos por Maximiano a ejecutarle, se taparon la cara con máscaras para no ser reconocidos, cuando le asaetaron. Para mí esta explicación es fruto del sincretismo (al no poder erradicar los ritos paganos) a que tan proclive es la tradición cristiana, para absorver, adaptar y sustituir las festividades populares paganas por las religiosa, a partir del siglo IV en que el cristianismo se convirtió en la religión oficial del imperio romano y que, problablemente, en nuestro pueblo ocurriría al tiempo (o posteriormente a) de la constitución del señorío en la Edad Media. "El cristianismo al asimilar e incorporar dentro de sus ceremoniales estas manifestaciones, lo hizo desde sus presupuestos morales y convirtió a los miles de espíritus agrarios, pecuarios o invernales, en una caterva de demonios danzantes en medio de sus procesiones o actos religiosos, descontextualizando todos sus elementos y convirtiéndoles en pobres fantoches detrás o delante de un santo, sometidos al poder divino".
Si suponemos, pues, que los morraches son personajes procedentes de una festividad celta pagana que fueron asimilados posteriormente por la festividad religiosa solucionaría los anacronismos y despejarían algunos interrogantes sobre sus "elementos únicos e interesantes":
— Las caretas, porra y atributos "bestiales" de los morraches (como de la botarga) servirían para completar el ritual y hacer cumplir uno de los principales objetivos de la figura, que es la de espantar y despejar las tinieblas y la oscuridad del invierno así como a malos espíritus, epidemias y catástrofes que pudieran amenazar al pueblo o a la comunidad, alejándolos definitivamente de los sitios que se pretenden purificar con tales manifestaciones.
Si reparamos en la pintura del medallón del frontal de las andas de San Sebastián, observamos que las caretas parecen imitar la cabeza del lobo (posiblemente por eso en Santa Ana de Pusa se les llama "perros") y otro que por sus "cuernos" imitaría al "diablo", seguramente por que constituían, además de osos y jabalíes, los "seres" más terroríficos conocidos en aquella época, pero hoy en día la variedad de seres terroríficos imaginarios que pueden representarse en una careta es incalculable y pueden contemplarse en las fiestas verdaderas obras de este arte en las caretas o máscaras.
— En cuanto al traje haría referencia a las fuerzas de la naturaleza con sus colores más característicos que son el amarillo, verde y rojo, para invocarlas de algún modo y así propiciar y favorecer que el nuevo año traiga abundantes cosechas. No olvidemos que el color amarillo hace referencia al sol como fuente principal de energía que se hará cada vez más patente con el inicio del nuevo año que comenzará en primavera y que estrenará un nuevo ciclo vital del hombre para despertar la fecundidad de la naturaleza. El color verde aludiría a la naturaleza ya despierta por el calor del sol en el verde de sus campos y el color rojo a las cosechas y frutos que la naturaleza ha de terminar dando a partir del solsticio de verano. En un principio tal vez el traje no fuese tal y solo consistiese en un conjunto de trapos de distintos colores que colgaban revistiendo el cuerpo, coloridos trozos de tela que, al trascurrir el tiempo y posiblemente por comodidad, se aunaron y cosieron juntándose para formar el mono-traje-disfraz, en la pintura del frontal de las andas de San Sebastián, el disfraz ya es tal y como lo conocemos en la actualidad pero sin los corazones de colores alternos que se añadirían posteriormente.
El pasado 1 de abril de 2023 se realizó la inauguración, en la plaza del Carmen, de la estatua momumento al morrache, esculpida por el ilunense D. Manuel Contreras en bronce (para proporcionar la solidez que corresponde a una obra que pretende perdurabilidad y permanencia en el tiempo) que se encuentra en actitud de comenzar a andar, revestido con el típico traje, del que resaltan y destacan los dorados corazones de pecho y espalda, ciñendo su cintura dos voluminosas e imponentes zumbas, arrastrando su porra que sujeta con su mano derecha y portando en la izquierda la tradicional ristra de naranjas que ofrendará (como muestra y en señal de veneración, fervor y devoción) para las pujas de San Sebastián.
He encontrado una segunda teoría (en mi opinión no excluyente ni en contradicción con la anterior pues es una adaptación cristiana posterior), relacionada con su forma de vestir, que expone que los morraches (la botarga) eran personajes arlequinados pedigüeños que, en la época medieval, viajaban por los pueblos. Para conseguir que los campesinos les diesen dinero, realizaban actuaciones en las que llevaban a cabo piruetas divertidas, terminando siempre caídos por los suelos, para arrancar las risas – y las monedas – del público.
Semántica y etimología
Si acudimos al Diccionario de la lengua española de la RAE (en su versión electrónica) y consultamos la palabra "Morrache", se nos responde que “no está registrada en el Diccionario” y que “podría estar relacionada con el vocablo “Moharrache”". Si pulsamos sobre ella se nos deriva a “Moharracho” que, con la misma etimología que el vocablo (más coloquial) mamarracho (del ár. hisp. *muharrág o *muharríg, y este del ár. muharrig, 'bufón') y en su segunda acepción significa:
Persona que se disfraza ridículamente en una función para alegrar o entretener a las demás, haciendo gestos y ademanes ridículos.
Si profundizamos un poco consultando el diccionario inverso DIRAE.es encontramos que ya aparecía en el Vocabulario español-latino (1495) de Antonio de Nebrija. Acudimos al "Tesoro de la lengua castellana o española" (1611) de Sebastián de Covarrubias, para constatar la evolución del vocablo y, efectivamente, encontramos el vocablo “moharrache” (pag 552) en que se dice que significa lo mismo que “momarrache” (página 554) término que define como “el que se disfraza en tiempo de fiestas con hábito y talle de zaharrón; y por la libertad que en un tiempo tenían de decir gracias, y a veces lástimas, se llamaron momarraches, un Momo”. Momo puede, a su vez, referirse (entre otras acepciones) a “festejo dramático en algunos reinos de España en los siglos XV y XVI. Por extensión, gesto burlesco de bufones y bailarines” o en la mitología griega “al dios de la burla, las bromas y la agudeza irónica.
Los toros de pólvora
Otra tradición muy enraizada en las fiestas de San Sebastián, practicada sobre todo por los vecinos pero, cada vez más frecuentemente, también por forasteros que acuden a las fiestas con la sana intención de divertirse, es tratar de esquivar, saltando y corriendo, las carretillas con que, a su paso, los toros de pólvora siembran el suelo y saturan la atmósfera. El momento álgido es cuando el toro de pólvora sale del Ayuntamiento anunciado por el tradicional toque del clarín a despeje, y nunca mejor dicho pues, en oyendo el toque, la plaza queda casi desierta, desapareciendo, en un instante, la gente por las bocacalles aledañas intentando poner una distancia prudencial, en muchas ocasiones, a todas luces, insuficiente, entre ellos y las erráticas trayectorias de las carretillas, como solución de compromiso ante la tentación de ver qué sucede en la plaza y el temor a que alguna de las carretillas les alcance y queme. He dicho, a propósito, que la plaza queda casi desierta, pues siempre, un conjunto, más o menos numeroso pero casi siempre de la misma composición o identidad, de valientes (en su mayoría jóvenes) intentan, pues no todos lo conseguimos, aguantar estoicamente, (bueno, esto es sólo una licencia poética, lo cierto es que, salvo en algún caso impenitente, la mayoría intenta esquivar, a veces inutilmente, la enmarañada, aleatoria e irregular trayectoria que "los fulminates" describen a su alrededor, rodeando la lumbre en sentido contrario al que se aproxima el toro de pólvora, mientras se saltan las carretillas que llegan a nuestros pies) el continuo bullir de las carretillas que pululan en derredor de los bizarros jóvenes, trazando una tupida red de fuegos artificiales mientras la adrenalina circula a raudales por el torrente sanguíneo aumentando la concentración de glucosa en los músculos, elevando la tensión arterial y el ritmo cardíaco, dilatando las pupilas y estimulando el cerebro, generando la sensación de bienestar que nos corvierte, casi de por vida, en adictos a los toros de pólvora. A toro pasado aún queda comentar, con todo aquel que quiere escucharnos, de manera atropellada, los mejores y más arriesgados lances de la faena.
La lumbre
Todos sabemos el carácter atávico de la fascinación del hombre por el fuego, tal vez motivado tanto por sus características beneficiosas como fuente de energía (para cocinar los alimentos y despejar la maleza) y calor así como por su potencial destructor y, por ende, purificador ¿Qué fiesta de nuestra geografía no exhibe alguna actividad relacionada con el fuego, ya sea fuego natural o fuegos artificiales? En Malpica de Tajo se enciende, desde siempre o desde que yo recuerdo al menos, a partir de la noche de la víspera, día 19, después de los fuegos artificiales, y durante cada una de las noches siguientes hasta el colofón de la fiesta, una gran hoguera (no para quemar vanidades, que falta hace y bien vendría, sino para aportar luz, antaño cuando la luz eléctrica no era patrimonio universal, y calor en las gélidas noches invernales) en uno de los lados de la plaza de La Constitución, con peanas o troncas de encina, alimentada con grandes haces de taramas de coscoja o carrasca y delimitada del resto de la plaza por un círculo trazado, con adoquines de las aceras, sobre el suelo. Al calor de su fuego se acercan y desfilan, niños, matrimonios, parejas de novios y jóvenes que aspiran a serlo, formado alrededor de su perímetro, principalmente en los tres cuadrantes que no se corresponden con el sentido en que sopla el viento (tal vez para que "el humo no ciegue sus ojos" o para evitar que el olor a humo enmascare el del perfume) una bulliciosa y abigarrada multitud, organizada, inconscientemente, en distintas filas o capas de proximidad al fuego, que pugna por un sitio en el que absorber algún requicio del calor desprendido por el fuego mientras escuchan las melodías que interpreta, sobre el escenario levantado en el rincón derecho de la fachada del Ayuntamiento, la orquesta, charlan de sus asuntos (o ajenos), miran, con mayor o menor disimulo, a la persona que les gusta, ríen o cortejan. Cuando un lado ya está lo suficientemente caldeado giran media vuelta ,como las chuletas, para calentar el otro lado o pasan a una fila más externa, intercambiándose con otras personas de las filas posteriores, de manera que el intercambio de posiciones del cuerpo y el flujo de las filas delanteras hacia las traseras y viceversa se efectúa a intervalos pero continuamente. Otra de las actividades que divierte a algunos, por supuesto no a quienes quema, consiste en lanzar al fuego, subrepticiamente, una, o varias, bombas de pólvora que estallan inadvertidamente haciendo saltar las ascuas de la lumbre y asustando, en el mejor de los casos, a la concurrencia, que se retira en oleada; la polémica que genera este comportamiento se terminaría si los que sueltan las bombas no fuesen los primeros en abandonar la zona de peligro para ponerse a salvo de ser quemados por las ascuas. Cuando la música termina en la plaza, aún se quedan algunas personas, jóvenes sobre todo y algún que otro "alumbrado", rodeando la lumbre, que dicen que "es cuando mejor se está", lo que sí es cierto es que el ambiente es distinto y más íntimo: se asa chorizo, panceta, chuletas, etc., se cuentas chascarrillos, anécdotas y hazañas, más o menos ficticias, y, se sigue bebiendo. Antiguamente, de madrugada, se acercaban algunas personas para cargar sus braseros de picón con las abundantes brasas generadas en la hoguera y, a veces, aprovechaban para participar del improvisado ágape y en el ambiente festivo reinante.
La pólvora
En la noche del día 19, víspera de la fiesta de San Sebastián, se ofrece una exhibición de fuegos artificiales, "la pólvora" para los malpiqueños, cuyos castillos inundan de vivos resplandores la insonsable oscuridad de la noche y atruenan el aire rompiendo el relativo (ya que la música de las atracciones de la feria está en pleno apogeo) silencio del pueblo haciendo ladrar a los perros; sonidos y luces que pueden percibierse, más o menos nítidamente, desde los pueblos de los alrededores y que es la señal y anuncio inequívoco de que la fiesta ha comenzado. El arbol más esperado, por lo vistoso e impactante, es el de San Sebastián que suele cerrar con su atronadora traca final la exhibición de los fuegos artificiales.
4) Cronología (que no programa).
Ya en la tarde-noche del día de Reyes empiezan las actividades relacionadas con la fiesta. Los morraches, a cara descubierta (sin careta) se acercan, en bandada y haciendo sonar los cencerros, a la ermita de San Sebastián, situada junto al cementerio, a la salida del pueblo, a "poner velas al Santo", "subir la vela", esta "tradición" es relativamente moderna y posiblemente nació de un malentendido lugüistico entre dos palabras homónimas y homógrafas; recuerdo cuando cierta cuadrilla de mozos y mozas mayores que yo comenzaron a subir a la ermita a "la vela del santo", costumbre que según el decir de mi abuelo ya practicaban esporádicamente algunos grupos de personas mayores más "fervientes" y que consistía en pasar parte o toda la noche velando (práctica similar a, y posiblemente influenciada por, la vigilia pascual de Semana Santa) al santo en la puerta y alrededores de la ermita, de ahí se pasó, en un tiempo indeterminado posterior a "subir la vela al santo"; esta peregrinación se repetirá cada tarde de los días posteriores hasta la víspera, día 19, en que, a primera hora de la tarde, se hace la "bajada del Santo" desde la ermita a la iglesia del pueblo. La bajada del Santo es uno de los actos fundamentales de la fiesta a la que acuden la mayoría de los vecinos (bien luciendo sus mejores galas o bien ataviados con el traje de morrache) quienes, en procesión, después de subastar bandas y andas, bajan desde la ermita, junto al cementerio, a la iglesia con la imagen siempre rodeada de amenazantes, coloridos y ruidosos morraches. Esta procesión, pero ya por las calles del pueblo, se repetirá cada día de los tres siguientes después de la misa de las doce horas, ahora el perfil de las personas que se visten de morrache, a excepción de los quintos de ese año, es otro pues, para quien se acostado a las cinco o seis de la madrugada, las once y media en que tocan a a misa y ha de estar ya vestido llegan enseguida y no siempre es fácil levantarse. Antes de retornar la imagen del Santo a la iglesia en las procesiones se celebran, normalmente en la plaza del ayuntamiento o en la de la iglesia, unas subastas, "las pujas", de artículos que los vecinos ofrecen generosamente, con cuyo dinero la Hermandad de San Sebastián hace frente a gastos de la fiesta. Entre los artículos que se subastan son ya clásicos las merienda mas o menos surtidas de pan, embutidos y vino, los lotes a base de caza, conejos, liebres, perdices y zorzales y los muñecos vestidos de morrache, pero no suelen faltar comida y bebida de todas clases, cuadros, muebles, joyas, dulces, etc.
El último día de la fiesta, el 22, por la tarde se sube de nuevo a San Sebastián en camino inverso desde la iglesia a la ermita en donde se permanece en ininterrumpida subasta durante toda la tarde y parte de la noche. En este último día cuando es tradicional que los morraches se quiten las caretas para darse a conocer por todos y sobre todo por esa persona, tan especial, con la que ha sido tan solícito a lo largo de las fiestas y aprovechar para oficializar, apareciendo juntos, o separados, en público, los nuevos emparejamentos, o desparejamientos, acaecidos durante las fiestas. Al caer de la noche se suele repartir café o chocolate con churros o algún caldo para que, a su calor, el ritmo (y los montantes) de la subasta no decaigan. Fianalizadas las pujas se coloca al Santo en su hornacina del interior de la ermita en donde permacerá hasta el día 19 de enero del año siguiente en que se volveran a conmemorar las fiestas en su honor y el pueblo asistirá a una nueva explosión de colores y sonidos de gandarros, cencerros, zumbas y esquilillas.
5) Otros actos
Además de los religiosos, no faltan, en las fiestas, las verbenas, actuaciones de grupos musicales, que amenizan los bailes en la plaza, el desfile de la comparsa de gigantes y cabezudos, acompañada por la banda de música local, por las calles del pueblo, distintos concursos, juegos, atracciones infantiles, exhibiciones, espectáculos y torneos, las dianas floreadas para ayudar en el despertar a los vecinos, distintas comidas y degustaciones y la discoteca de cada día desde altas horas de la noche hasta las primeras luces de la madrugada.
En la antigüedad, las fiestas que hoy nos parecen geniales y originales de una determinada localidad debían de estar bastante extendidas por las poblaciones rurales y debió de constituir un panorama generalizado pues son rituales arcaicos de fertilidad que hunden sus raíces en la antigüedad y constituían una llamada a la naturaleza para que se reavivase después del frío invierno. También significan un rito de paso a la edad madura, motivo por lo cual generalmente han sido, y suelen ser, los quintos quienes encarnaban a, y desempeñan las funciones de, «morraches», «perros» y «marraches» y tenían diversos privilegios en los días de fiesta. Aunque hoy en día la permeabilidad de los ritos y costumbres entre pueblos es muy elevada, debido a la abundancia, influencia y difusión de los medios de comunicación social y en gran cantidad de pueblos se celebran jornadas medievales, gastronómicas, luminarias, candelarias, conciertos de bandas de música y villancicos, concursos de disfraces, danzas y bailes populares, ..., en la antiguedad también se produciría, mediante el boca a boca de los forasteros y mercaderes, una determinada difusión y copia de las costumbres y ritos de unas poblaciones a otras, unas arraigaron y se convirtieron en tradicionales y otras cayeron en el olvido con el ineroxable e ineludible transcurso del tiempo. La mayoría de los pueblos aún conservan una fiesta alrededor del mes de enero (por citar algunos en el día 20): Belvís de la Jara, Madridejos, Parrillas - en dónde ha resurgido después de ser prohibida en el XVIII por el obispo de Ávila -, Montesclaros, San Pablo de los Montes y especialmente singulares en Malpica de Tajo «morraches», Santa Ana de Pusa «perros» y Los Navalucillos «marraches» que, según el antropólogo Julio Caro Baroja, constituyen una cristianización de ritos y tradiciones populares vinculadas a Jano, el dios romano que ha dado nombre a este mes; por todo esto, al contrario de las fiestas de verano (que son casi iguales en todos los pueblos), estas fiestas de invierno son las que más feacientemente constituyen nuestras señas identitarias.
0) Casi todo lo que se cuenta sobre la vida de San Sebastián está extraído de "La Leyenda áurea" o dorada (en latín, Legenda aurea), que es una compilación de relatos hagiográficos reunida por el dominico Santiago (o Jacobo) de la Vorágine, arzobispo de Génova, a mediados del siglo XIII, basándose en la fuente más antigua conservada sobre el martirio de San Sebastián que es la "Depositio martyrum", redactada hacia mediados del siglo IV, en la que solo se constata el nombre del mártir, su lugar de enterramiento en las catacumbas y la fecha de su festividad, el 20 de enero y las "Acta Sancti Sebastiani Martyris", también conocidas como "Passio Sancti Sebastiani, atribuidas tradicionalmente a san Ambrosio, aunque redactadas en el siglo V por el monje Arnobio el joven. >>
1) JOSÉ ÁNGEL JIMÉNEZ JIMÉNEZ.: "Morraches y danzantes de los Cerralbos en las fiestas de San Sebastián". ALCALBE, Revista Centro Asociado a la UNED Talavera de la Reina Número 22 - 2022, pp 195-210. >>
2) A raiz del expediente (AMT. Causas Criminales. 6307/3195. Navahermosa) relacionado con unos autos judiciales tendentes a esclarecer un homicidio ocurrido en Navahermosa el día 19, víspera de San Sebastián, de 1742, abriendo una causa procesal contra José López Montero que al parecer dio muerte de una estocada en el vientre a Manuel de la Iglesia, la noche del 19 de enero de 1742, el Fiel del Juzgado sentenció la supresión de los moharraches en Navahermosa, según las investigaciones de VENTURA LEBLIC GARCÍA publicadas en el artículo "San Sebastián y los moharraches de Navahermosa" perteneciente a la Revista de Estudios Monteños : boletín de la Asociación Cultural Montes de Toledo. 2018, n.º 161, páginas 11 a 17. >>