Senderismo acuático en Malpica de Tajo organizada por al Asociación Cultural El Peñón (31/07/11)
En esta jornada no era el primero en acudir a la cita pues al salir del automóvil ya percibieron mis oídos una algarabía de voces y gritos inusuales por estos parajes en un día corriente, me dirigí al mirador en donde encontré a Quini y Jaime que, sentados, departían amigablemente; después de intercambiar saludos propios de gente bien nacida y con buena educación, comentar la belleza del paraje y lo descuidado y abandonado que lo manteníamos, decidimos incorporarnos a la caterva que, dedicados a diversos quehaceres, entretenía la espera abajo en el Peñón. Después de ponerme el bañador (made in Italia), sustituir las chanclas por las zapatillas de agua (made in China), enfundarme la camiseta (made in Portugal), terciar en bandolera la cámara de fotos (made in Japón) y encasquetarme el sombrero de paja (que adquirí en la recientes fiestas de Carpio de Tajo y cuya etiqueta declaraba su fabricación vietnamita) acometí la bajada con la intención de incorporarme al grupo de exploradores acuáticos que, a la manera celtibérica, nos esperaba a los más rezagados.
Después de que Félix, aglutinando al personal desperdigado e imponiendo orden en el bullicioso alboroto reinante, explicase el recorrido acuático propuesto y diese la señal de salida, la cuadrilla, con Félix a la cabeza, emprendió la húmeda andadura río arriba por la márgen izquierda del río Tajo con la iglesia como inanimado y servero centinela.
Nuestro inseguro caminar sobre el pedregoso lecho del Tajo no nos impedía, contemplar, en nuestro avance, la típica vegetación de ribera, las espadañas, el cañizo, algún sauce (que la fértil mano de Félix había plantado), los ancestrales chopos y olmos de la barranca de detrás de la iglesia y un denso entramado de hiedra, campanillas, arroyuelas, juncos, juncias, grama y demás hierbas ribereñas. Cada uno a su ritmo, poniendo más o menos atención a los pasos que dábamos, llegamos a la altura de la "La Barca" cuyos olvidados restos, semiocultos por la hiedra y las enredaderas, descansaban flanqueados por tres majestuosos árboles.
Continuando su resbaladizo sendero la fila de expedicionarios llegó a la altura de la sorprendida e intrigada "verja" del castillo (levantada para desanimar el acceso a los aledaños del castillo por su ala este) que tantas y tan buenas jornadas de pesca y baño había proporcionado en un pasado no muy lejano, en donde nos agrupamos atentos a las eruditas explicaciones de nuestro guía sobre esta zona y la de enfrente "Los Palos", con sus ruinas de argamasa que, posiblemente, constituían los últimos vestigios de la construcción que permitía vadear el Tajo y donde desembocaba una calzada romana flanqueada de acacias, que aún perduran.
Siguiendo con el itinerario previsto, el grupo de senderistas acuáticos nos dirigimos hacia el otro lado, no sin que antes el objetivo de mi cámara, dotado ya de vida propia y singular baquía interna desde el incio del periplo, lanzase una última mirada nostálgica a "La Verja" que, rodeada (y semicubierta) de un exhuberante manto vegetal se quedaba sola después de gozar durante unos minutos de una inusitada y bulliciosa compañía humana.
Para cruzar al otro lado, los más avanzababamos como podíamos pero el benjamín de la cuadrilla ya iba algo resentido y prefirió hacer el trayecto en la seguridad y comodidad de la piragua de Fausto, bajo la atenta mirada vigilante de su padre, aunque después, niño al fin y al cabo, se cansó pronto de esta forma de locomoción y la fue alternando, a lo largo de la jornada, con cabalgar a horcajadas en los hombros de su padre. Sin embargo Jaime, que presumía de ser la persona con más experiencia de la cuadrilla (aseveración que pongo en duda pues me parecía a mí que allí había participantes que aparentaban más edad), los únicos signos externos de fatiga que mostró fue el desprenderse de la camisa, ya muy vencida la mañana, tal vez más a consecuencia del sofocante calor que del cansancio.
Félix y la gente menuda, con la energía y el ímpetu que es natural a esas edades, enseguida alcanzaron a la otra orilla en donde hubieron de esperar a que la serpenteante fila formada por el resto de los integrantes del grupo de senderismo se les uniese.
Ocasión que aprovecharon algunas de las numerosas náyades (potámides) que se habían unido a la heterogénea cuadrilla acuática para solicitar unas instantaneas posando coquetamente, el puente, el río y el castillo como fondo, con la intención de mostrarselas a las amigas y amigos.
El grueso del grupo, en su lento pero seguro caminar sobre el pedregoso lecho del río va cruzando, cada cual a su ritmo, a la otra orilla.
Después el plan de Félix consistía en atravesar de nuevo oblícuamente el río hasta llegar al peñón, indicaciones que la cuadrilla siguió obedientemente.
.. bueno, algo así, pues algunos, de paso, se entretenía jugando con el agua o haciendo volar piedras a ras de agua.
pero, sin mayores dilaciones, la cuadrilla se reunió junto al Peñón para escuchar las prolijas explicaciones de Félix sobre la procedencia y utilidad pasada de la aceña de que proceden los restos conocidos como el peñón y recibir instrucciones sobre la siguiente parte del recorrido.
Esta parte de la marcha consistía en bajar por el remanso, en la margen izquierda del río, hasta la isla del centro del cauce sita frente al desagüe del pueblo. Era un tramo que introducía nuevos retos, pues la profundidad del agua era mayor, pero el grupo de esforzados senderistas lo empredió sin vacilación, bueno, alguna sí hubo pero fue más consecuencia del difícultoso caminar sobre el empedrado lecho fluvial que propiciaba el balanceo, que del titubeo o la carencia de entereza de espíritu.
De nuevo Félix y sus más inmediatos colaboradores tuvieron que esperar un poco a que llegáramos el resto de la estirada columna, un poco más rezagados, ocupados y preocupados en otros menesteres sociales no menos importantes o perentorios.
A indicaciones de Gonzalo Vadillo, tomo una instatánea río arriba, desde la posición en que nos encontramos, que muestra la iglesia y el castillo rodeados de exhuberante vegetación como inamovibles guardianes del vadeo del río para acceder al pueblo.
Una parte de la cuadrilla se dirigió a tierra a recorrer los arenales mientras otra parte realizaba una parada técnica. Después de recompuesto el grupo, partimos río arriba hasta el lugar previsto para el merecido (y a estas alturas de la mañana, necesario) almuerzo que nos permitiría recobrar fuerzas para regresar al punto de partida.
El tiempo de hacer un receso ha llegado, la mayoría lo emplea en reponer fuerzas y comentar las incidencias de la jornada, otros, de menos edad y mayor afán exploratorio, intentan, sin éxito, atrapar a mano a las escurridizas carpas que se resguardan debajo de una atalfa cercana y yo aprovecho para hacer fotos de algunas hierbas que son endémicas (aunque frecuentes en zonas húmedas y umbrías) de este tipo de selva inpenetrable e incontrolada que constituye el interior del salvaje atalfar.
Después de este reparador período de descanso y alimentación, la columna de senderistas emprende de nuevo la marcha río arriba por su margen derecha con destino al punto de partida, pero antes, es el momento propicio para alguna instantánea familiar o de grupo de amigos, que recuerde e inmortalice la presente jornada de senderismo acuático.
Aún quedaba vadear una zona un poco más profunda pero que la experimentada columna de senderistas, ya entrenada, atravesó sin problemas.
Y ya, sin más dilación, marchamos "de frente a la torre" hacia el punto de partida y final de la excursión, en la orilla opuesta junto al Peñón.
Fin de la jornada de senderismo acuático, en la orilla junto al Peñón, con la asistencia del recién nombrado alcalde Jesús Cedena Sánchez-Cabezudo que había bajado a interesarse por el desarrollo de la jornada de senderismo.
Aunque la mayoría ya ha abordado las escaleras de madera que comunican la playa con el pueblo, seguramente para refrescar el cuerpo por el interior y lavarlo exteriormente, algunos niños apasionados esperan para dar un paseo en piragua y alguna ninfa acuática se resiste a abandonar este medio tan refrescante y acogedor, mientras el Peñón se va despidiendo erguido y silencioso hasta una postrera ocasión.
En esta otra página subo algunas del resto de fotos que tomé durante el desarrollo de la jornada.
Las fotos pueden utilizarse, por los fotografiados, para su uso personal, sin restricciones, pero si se reproducen en cualquier otro medio o ámbito distinto del privado ruego que se cite, al menos, al autor y el entorno en que fueron tomadas (10ª Jornada de Senderismo acuatico en el río Tajo, Asociación "El Peñón", 31/07/2011). Si alguna persona, distinta de los fotografiados, desea usarlas deberá pedir permiso a las personas protagonistas y al autor de las fotos.